jueves, 18 de noviembre de 2010

El Monte de las Ánimas


--Primera parte de En El Monte de las Ánimas--






La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.

Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.

Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.

I

-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.

Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.

Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.

Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.

II

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:

-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:

-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.

-¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:

-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

-Sí.

-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

-No sé.... en el monte acaso.

-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!

Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:

-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.


Gustavo Adolfo Bécquer

martes, 14 de septiembre de 2010

...A la vera del mar...


Por el camino a la vera del mar te voy a llevar.
Por el camino a la vera del mar te voy a llevar.

Una noche de cien años,
luego para ti
con lucero blanco y luna de marfil.

En el jardín de los lirios en flor
haremos el amor.
En el jardín de los lirios en flor
haremos el amor.

Bailaremos junto al fuego, mañana es San Juan!
Y con viento de la te despedirás.


Busco en todas partes,
Busco en todas partes,
Te busco tan loco, te busco tan cuerdo
Te busco borracho, te busco sereno
Te busco cansado y desnudo a la vera del mar.
Te busco cansado y desnudo a la vera del mar.


Hay serenata en la calle mayor bajo tu balcón,
Hay serenata en la calle mayor bajo tu balcón,
Todos tus amantes cantan,
todos menos yo,
Prefiero emborracharme
hasta que salga el sol.

Busco en todas partes,
Busco en todas partes,
Te busco tan loco, te busco tan cuerdo
Te busco borracho, te busco sereno
Te busco cansado y desnudo a la vera del mar.
Te busco cansado y desnudo a la vera del mar.



...Sidonie...

sábado, 4 de septiembre de 2010

La nostalgia...


"Las princesas lejos de su reino no pueden vivir, son tan sensibles que se mueren de nostalgia. Yo, por ejemplo, no tengo nostalgia de nada, porque nunca me ha pasado nada tan bueno como para echarlo de menos. Eso sí que es una putada... ¿Se podrá tener nostalgia de algo que aun no te ha pasado? Porque a mí a veces me pasa... Pasa que me imagino como van a ser las cosas, y luego me da pena cuando me acuerdo de lo bonitas que iban a ser, porque iban a ser preciosas. Y luego, cuando lo pienso me da nostalgia, cuando me doi cuenta de que aun no han pasado, y a lo mejor no van a pasar nunca. Me pongo muy triste... Muy triste..."

por Blaze

domingo, 15 de agosto de 2010







Tomadas y editadas por mí:)

martes, 20 de julio de 2010

Mejor así...


Para escuchar tantas mentiras... Mejor ser sordo.
Para ver tanta falsedad...
Y para leer tantas palabras vacías...
Mejor ser ciego.

Pero prefiero sentir dolor, a no sentir...

miércoles, 7 de julio de 2010

Aprender


+ Aprende a comer cuando tienes hambre.
- Aprende a beber cuando tienes sed.
+ Aprende a vivir cuando solo tengas ganas de morir.
- Aprende a ver detrás de una mirada.
+ Aprende a decir: "socorro", "gracias", o "lo siento".
- Aprende a quererte a ti mismo.
+ Aprende a besar con el corazón.
- Aprende a llorar por alguien.
+ Aprende a escoger por quien sacrificarte.
- Aprende a beber de un beso.
+ Aprende a saber a quien decir "te quiero".
- Aprende a dejarte la piel por quien te importa.
+ Aprende a sentir.
- Aprende a quien tienes que odiar.
+ Aprende a olvidar.
- Aprende a ser tu mismo.
+ Aprende a no juzgar por la fachada.
- Aprende a no olvidar a tus amigos.
+ Aprende a guitarte por el corazón.
- Aprende a ser feliz.
+APRENDE POR LO QUE TIENES QUE VIVIR Y POR LO QUE MORIR+

viernes, 14 de mayo de 2010

Poema Nuclear


Gallego

¡Que ben, que bomba vén co seu rebombio!
A bomba, ¡bong!, a bomba, bon amigo.
A bomba con aramios, con formigas,
con fornos para asar meniños loiros.
A bomba ten lombrices, bombardinos,
vemers de luz, bombillas fluorescentes,
peixes de chumbo, vómitos, anémonas,
estrelas de plutonio plutocrático,
esterco de cobalto hidroxenado,
martelos, ferraduras, matarratos.

A bomba, bong. A bomba, bon amigo.
Con átomos que estoupan en cadeia
e creban as cadeias que nos atan.

Os outros edificios.
Os outros funcionarios.
Os outros ideais.
¡Todo será borralla radioativa!

As estúpidas nais que pairen fillos
polvo serán, mais polvo namorado.

Os estúpidos pais, as prostitutas,
as grandes damas da beneficencia.

magnates e manganates, grandes cruces,
altezas, excelencias, eminencias,
cabaleiros cubertos, descubertos,
nada será meu ben, si a bomba vén,
nada o amor, e nada a morte morta
con bendicións e plenas indulxencias.

¡Que ben, que a bomba vén! Nun instantiño
a amable primaveira faise cinza
de vagos isotopos placentarios,
de letales surrisas derretidas
baizo un arco de átomos triunfaes.

A bomba, ¡bong! A bomba co seu bombo
de setas e volutas alombadas,
axiña, vén, vela aí vén, bon amigo.

¡Estanos ben! ¡Está ben! ¡Está bon!

¡¡¡Booong!!!

by: Celso Emilio Ferreiro

jueves, 13 de mayo de 2010

Soñando caminos


Yo voy soñando caminos de la tarde
las colinas doradas, los verdes pinos
y las encinas....
¿Adónde el camino irá?
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
La tarde cayendo está...

En el corazón tenía
la espina de una pasión.
Logré arrancármela un día,
ya no siento el corazón
y todo el campo, un momento,
se queda mudo y sombrío, meditando.
Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece
y el camino que
serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir...
"Aguda espina dorada,
¡Quién te pudiera sentir
en el corazón clavada!".

Yo voy soñando caminos de la tarde
las colinas doradas, los verdes pinos
y las encinas....
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
La tarde cayendo está...

Antonio Machado

Pequeño Ánilisis sobre el poema

Compara el paisaje con su estado de ánimo y al principio es un sitio alegre y con color ("colinas doradas, verdes pinos"), después un sitio triste y oscuro ("campo mudo y sombío", "tarde se oscurece").
Lo que dice que va cantando cuenta: en la primera parte que se enamoró muchísimo de alguiente, pero quiso dejar de amar (se puede adivinar que por desamor) y consiguió no sentir nada, pero a medida que pasa el día y todo se oscurece, incluido su ánimo, desea volver a sentir.
Es decir: Empieza feliz a andar por el camino mientras aun hay luz y a medida que anochece, él empieza a ponerse más triste por lo que va cantando, y eso se refleja en el espacio hasta que se entremezcla el espacio con su ánimo.
Temas: Sentimientos y paso del tiempo.
Modernista intimista.
Símbolos: "Camino" referido a la vida, el destino. "Tarde" referido al paso del tiempo.
Metonimia: "Corazón" hace referencia a los sentimientos.

martes, 11 de mayo de 2010

La canción del Juglar



Las historias no encuentran final
Y la luna marcha a descansar
El aullido de un lobo marca mi
compás...Ah...Ah...

Pronto el día despertará
Pronto el día despertará

Vamos venid a mí
Todos a disfrutar
Magia, historias, leyendas ahora os voy a contar

Cantaré una canción
Tocaré mi laúd
La fantasía os espera en forma de ilusión

La penumbra se vuelve cristal
Y la niebla refugia su faz
Desde el bosque marchamos a ningún lugar

Pronto el día despertará
Pronto el día despertará

El juglar canta su cantar
El juglar canta su cantar


By: Saurom Lamberth

miércoles, 28 de abril de 2010

Instrucciones para odiar



Empiece por buscar a alguien a quien odiar, pues odiar la nada quedaría ridículo para el ejercicio. Empeice por pensar que le molesta de ese alguien, seguido de irrefrenables ganas de mirarle mal o soltarle una bofetada cada vez que se lo cruce. Dicho paso o futuros pasos también podrán hacer sin la necesidad de un motivo concreto, en este ejercicio se admite el odiar por odiar pero no el odiar a nada. Continúe hablándole mal a conocidos sobre la persona, ya que si la odia, sea el motivo que sea, querrá su desgracia. A partir de aquí se deja vía libre a la imaginación de cada uno: puede hacerle la vida imposible con ayuda de esas personas que ha conseguido poner en su contra, puede gastarle bromas pesadas o reírse de él por el mínimo fallo.
Nota final: Para este ejercicio hace falta no tener remordimientos y mucho rencor acumulado.

By: ...Sofía -M-...

lunes, 8 de marzo de 2010

...Reacciona...


Das tanta pena de lo ingenua que eres.
Quieres confiar en la gente, pero la gente no quiere tu confianza. Cualquiera te advierte, y eres tan imbécil y tan ingenua, que aun así, la das.
Y así te la juegan, y así pierdes, y así se acaba la partida. Pero volverás a repetir tu puto error, porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
No la tiras a un lado del camino, no. Eres tan imbécil que tropiezas una y otra vez y nunca aprenderás hasta que no sepas cogerla con la mano y tirarla.
Nunca aprenderás a desconfiar de todos, y a confiar en unos pocos.
Siempre con tu precaución. A veces, es mejor estar solo. A veces, es mejor estar con alguien. Si no, ¿qué? te vuelves LOCO, hasta desconfiando de tu maldita sombra.
¿No sabes que hay un punto medio? Pues sí, lo hay, para TODO. Pero no lo sabes encontrar, aun no sabes nada, y hasta que te caigas muchas veces y pierdas muchas veces algo querido, pierdas tu partida... hasta entonces no aprenderas.
Y nadie más que tú puede enseñarte eso. Aprende.

By: ...Sofía -M-...

miércoles, 10 de febrero de 2010

La Ira Del Rey Éxanime


Hijo mío, el día que naciste hasta los bosques de Lordaeron susurraron tu nombre... Arthas.
Hijo... Observé con orgullo como te convertías en un arma de rectitud.
Recuerda, nuestro linaje siempre ha gobernado con sabiduría y fuerza. Y sé que mostrarás moderación en el ejercicio de tu gran poder.
Pero la verdadera victoria, hijo mío, es saber conmover el corazón de tu pueblo. Te digo esto porque cuando mis días lleguen a su fin... Tú, serás el rey.

jueves, 14 de enero de 2010

~x [i]A eles[/i] x~


A eles

Xente que chora
nas rúas, soa.

Sen poder comer
nin sequera beber.

Ninguén os ve
e só teñen o que lles des.

Entre terra mollada
nin lles botas unha ollada.

¡Pobre desa xente! din.
Axudalles ti,
que xa non podes a min. ~

By: ...Sofía -M-...

domingo, 3 de enero de 2010

Alas Negras


Aquella tarde, Ahriel y Zor abandonaron Aleian, sobrevolando juntos el eterno mando de nubes que se extendía a los pies de la ciudad de los ángeles. Los demonios habían causado muchos destrozos, y la perla de las montañas tardaría mucho tiempo en recuperar el esplendor de antaño, pero lo haría, a Ahriel no le cabía duda. Pensó que ella no estaría allí para verlo, y lo lamentó. Se volvió, sólo un momento, para contemplar por última vez los blancos tejados de Aleian, y recordó todo lo que había perdido: su vida, su gente... Bran... Marla... Ubanaziel... Pero se esforzó por no mirar atrás y pensar, por el bien de su hijo, en la vida que los aguardaba.
Llegaron a la capital de Saria al anochecer. En el palacio real los esperaban Kiara, Kendal, Cosa y Mac, y cenaron todos juntos para celebrar que Ahriel se había salvado y que la pesadilla había finalizado para todos. Kiara ofreció un hogar en su reino a los prófugos de Gorlain, pero Ahriel declinó la invitación y les comunicó cuáles eran sus planes de futuro. Tal y como había imaginado, Karmac sí decidió quedarse en Saria, al menos por un tiempo. Había descubierto una gran biblioteca en el palicio de Kiara y, aunque ella le aseguró que no había en ella libros de magia negra, el anciano respondió que no los iba a necesitar.
Finalizaron la velada recordando, con honda emoción, los momentos que habían pasado con Ubanaziel. Ahriel no pudo evitar acordarse, a su vez, de otras personas a las que había perdido en aquellos años. Entre ellas Marla, pero especialmente Bran. Miró a Zor largamente y se dijo que tenía que hablarle de su padre. Y también lamentó que Bran no hubiese tenido la oportunidad de conocer a aquel muchacho que se le parecía tanto.
Al día siguiente, todos se levantaron temprano y subieron a la terraza del piso más alto del palacio para despedir a Ahriel, Zor y Cosa. Mientras el muchacho trabata de convencer al engendro de que sería capaz de cargar con ella todo el vuelo sin dejarla caer, Kiara y Kendal se acercaron a ellos, sonrientes.
- ¿Volveremos a vernos, Ahriel? -preguntó la reina.
Ella sonrió.
- Claro que sí; que me hayan desterrado de Aleian no implica que no podamos visitar otros lugares del mundo humano, y todo está más cerca cuando se cuenta con un par de alas a la espalda.
- ¡Es verdad! -confirmó Zor.
- Y en cuanto a ti, Karmac -añadió el ángel, volviéndose hacia el anciano-, te agradezco profundamente que hayas cuidado de mi hijo y lo hayas rescatado de Gorlian a tiempo. Estoy en deuda contigo. Si h ay algo que pueda hacer...
Karmac agitó en el aire una mano huesuda.
- ¡Bah, bah, tonterías! -dijo-. De no ser por él, Cosa y yo habríamos acabado hechos pedazos con esa condenada esfera. Aunque soy viejo y no espero vivir muchos más años me alegra poder pasar los que me quedan en un lugar civilizado. Estamos en paz, Ahriel.
El ángel sonrió de nuevo. Zor abrazó a Karmac, y éste se inclinó para despedirse de Cosa.
Kiara le había dado ropa limpia, y ella se sentía muy orgullosa de vestir por primera vez en su vida, como una persona, aunque parecía claro que se sentía incómoda por que no estaba acostumbrada a llevarla. Karmac la contempló con cariño antes de darle un abrazo.
- Cuídate, Cosa -le dijo.
- Ammmmu Kkkkarmmmacc... -lloriqueó ella, pero el viejo la interrumpió:
- No, no, no, chica. ¿Qué es lo que te he enseñado?
- Amm... mmigggu Kkkarmmmmmac -rectificó ella.
- Tengo algo para ti, Cosa -dijo entonces Kiara.
El engendro se ruborizó, como cada vez que la reinale dirigía la palabra. Para Cosa, Kiara era la perfección personificada: una joven humana, guapa, limpia, que vestía ropas bonitas y olía bien. Cosa sabía que jamás sería como ella, pero eso sólo servía para que la admirase y la idolatrase aún más, como un modelo a seguir. Por eso, cuando Kiara le colgó un amuleto del cuello, Cosa dio un respingo y trató de sacárselo, tamblando de miedo, como si creyese que no era digna de tal honor.
- No, no, Cosa, es para ti -insistió la joven, cerrando los dedos del engendro en torno al amuleto-. Es un medallón con el blasón de mi familia. Significa que te aprecio y, mientras lo lleves puesto, todo el mundo sabrá que Kiara, reina de Saria, es amiga tura, y nadie osará hacerte ningún daño, no importa el aspecto que tengas.
Cosa contempló boquiabierta, sin poder creer lo que estaba oyendo.
- ¿Kkkira... ammmiggga?
- Claro que sí, Cosa -sonrió ella; y él engendro besó el amuleto con devoción. Trató de coger la mano de Kiara para cubrirla también de besos babeantes, pero Zor no se lo permitió. Kiara, sin embargo, abrazó a Cosa como a una vieja amiga, y el engendro lloró de pura felicidad.
Luego, la reina se volvió hacia Ahriel para despedirse de ella. El ángel la abrazó, y después a Kendal.
- Que la Luz y el Equilibrio brillen por siempre sobre vosotros -murmuró-. Y recprdad que... a veces... vale la pena romper las normas -añadió, dirigiendo una larga y significativa mirada al joven.
Kiara se mostró desconcertada, pero Kendal enrojeció. Momentos más tarde, Ahriel y su hijo ya volaban hacia el horizonte, y los gemidos aterrorizados de Cosa, aferrada al cuello de Zor para no caerse, eran sólo un murmullo lejano.
- Bien, bien, pues allá van -refunfuñó Karmac-. En busca de su destino. Y este viejo chiflado, si me lo permitís, irá a encontrarse con el suyo en la biblioteca.
Y, con una tos que parecía un eco de aquella risa demente que lo había caracterizado cuando era el Loco Mac, el anciano les dio la espalda para volver a internarse en el palacio.
Kendal y Kiara se quedaron solos, pero ninguno de los dos habló hasta que las figuras de sus amigos fueron sólo dos puntos en la lejanía. Entonces la reina despegó los labios para comentar:
- Que raro... Yarael siempre hablaba de lo importante que es cumplir las normas. ¿Qué habrá querido decir Ahriel con...?
Pero no pudo terminar la frase, porque Kendal, tomando una súbita decisión, se volvió hacia ella y la besó con pasión. Kiara tardó un instante en reaccionar, pero cuando lo hizo, y para sorpresa del joven, no le cruzó la cara de una bofetada, sino que le devolvió un tierno beso, abrazándolo con todas sus fuerzas.
* * *
Mientras sobrevolaban las praderas del reino de Saria, Zor batió las alas con energía para acercarse a Ahriel y le preguntó:
- Madre, ¿qué es un azor?
- ¿Un azor? -repitió ella, desconcertada-. Es una ave, hijo. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque es así como yo me llamo. Zor, Azor. El abuelo me puso ese nombre, pero aún no sé que significa. ¿Veremos azores en el norte?
Ahriel sonrió ampliamente. Era un pequeño milagro que pudiera ver a Bran en el rostro de Zor cada vez que lo miraba, sin dejar por ello de descubrir en él a su hijo. Eso le recordó las cosas bellas que la vida le había regalado. No eran muchas, ciertamente... pero no tenían precio.
- Claro que sí -respondió-. Y volaremos con ellos, libres, por fin.
Zor le devolvió la sonrisa. Por primera vez desde su huida de Gorlian intuía que se abría ante él un nuevo mundo repleto de posibilidades y de maravillas, un mundo cuyas bellezas y misterios los demonios no habían logrado destruir del todo. Como había dicho el Loco Mac, el exterior era inmenson, y valía la pena explorarlo.
Feliz por primera vez en mucho tiempo, Zor hizo un rizo en el aire, bajo la risueña mirada de Ahriel, y Cosa gritó de terror y se aferró todavía más a él para no caerse. Y los tres volaron juntos hacia el horizonte, por donde rayaba la aurora, anunciando la llegada de un nuevo y glorioso día.


Fin.

Laura Gallego García